Mueven los mercados del mundo entero, son temidas por los gobiernos y algunos se preguntan cómo regularlas: las calificadoras de riesgo están en el punto de mira, pero nadie imagina una vida sin ellas.
Una prueba de que la influencia de estas agencias sigue intacta después de la crisis financiera global surgió cuando Standard & Poor’s (S&P) rebajó las calificaciones de deuda de Grecia, Portugal y España.
El anuncio hundió temporalmente los mercados, hizo perder pie al euro y renovó las críticas sobre el trabajo que realizan S&P y sus pares Moody's y Fitch, las tres principales calificadoras del mundo.
"Hay que controlarlas más, asegurarse que respeten las reglas", sostuvo la ministra francesa de Economía, Christine Lagarde, al anunciar que ordenará un seguimiento más estricto de su labor en el nivel local.
"No se puede degradar un país 15 minutos antes del cierre (de los mercados), para precipitar las compras o las ventas en condiciones apresuradas", agregó.
En lugar de ser tachadas por exceso de indulgencia, como sucedió con la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos, las calificadoras ahora son acusadas de lo contrario: exceso de severidad al juzgar a los europeos.
Sin embargo, ¿por qué su poder todavía parece ilimitado, a pesar de las críticas?
La misión de las calificadoras de riesgo consiste básicamente en evaluar la deuda que emiten países, compañías o instituciones financieras, y darles una calificación según la certeza de que cumplan esos compromisos.
Sus calificaciones varían desde un máximo de triple A hasta un mínimo de E, de modo que los inversores cuenten con una referencia de los riesgos de impago que asumen cuando compran bonos o instrumentos financieros.
Más que auditar, el trabajo de las calificadoras consiste en procesar los datos que brindan diferentes entidades públicas o privadas (por ejemplo, el nivel de endeudamiento de un país) y emitir un juicio que ellas sostienen que es técnico e independiente.
"Para justificar la confianza en ella, la calificadora debe ser vista como independiente y eso significa tener un historial de muchos años", explica Paul Goldschmidt, ex director de finanzas de la Comisión Europea y de Goldman Sachs Internacional.
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