viernes, 24 de febrero de 2017

Documental: La crisis del Tulipán - La primera Burbuja Económica

El tulipán se convirtió en un objeto de deseo para la sociedad holandesa

En paralelo a la Guerra de los Treinta años (1618-1648) Holanda vivió una época de crecimiento y apertura comercial que la situaron como una de las potencias emergentes del nuevo orden internacional. En ese periodo de riqueza, las clases dirigentes holandesas encontraron en los tulipanes un nuevo objeto de deseo.




El tulipán es una flor originaria de Asia central. En 1593 Carolus Clusius, un experimentado botánico que cuidaba los jardines del emperador Maximiliano, decidió embellecer las propiedades de su señor e introdujo en Holanda los primeros tulipanes. Procedían de la actual Turquía, en donde también servian de atrezzo para las residencias de los sultanes.

Poco a poco, las clases nobles fueron coleccionándolos, convirtiéndose en un símbolo de riqueza. Aunque se trataba de un mercado propio del verano, los comerciantes fueron capaces de idear algo muy similar a lo que hoy en día sería un mercado de futuros.
Los productores prometían entregar un bulbo determinado en la época en que floreciese y los compradores adquirían un derecho de entrega. Comenzó a convertirse en un proceso especulativo. Cuenta el periodista escocés Charles Mackay en su libro «Delirios multitudinarios: la manía del tulipán y otros mercados enloquecidos» que en 1935 se llegaron a vender cuatro decenas de bulbos por 100.000 florines, el salario anual de un artesano rondaba los 200 florines.

Había también diferentes tipos, como los productos financieros actuales, unos más sofisticados y exclusivos que otros.

Poco a poco, el mercado fue trascendiendo a las clases populares. El innovador mercado de futuros y la entrada de pequeños inversores terminó por disparar los precios de un bulbo de tulipán. El inicial interés por la posesión del tulipán se suplió por un creciente mercado de compra venta de derechos. En muchas ocasiones no llegaba a tenerse el producto adquirido antes de venderlo por una jugosa rentabilidad adicional. El libro «15+1 crisis de la bolsa» apunta a que en el verano de 1636 un derecho sobre un bulbo se intercambiaba a 20 florines; en noviembre, los derechos se intercambiaban a 50 florines, y finales de año ya llegaban a los 100 florines.

Pero al tratarse de un producto condicionado al devenir de las condiciones climatológicas, cuando las cosechas de 1637 vinieron mal dadas comenzaron las tensiones. Las ventas de primavera no fueron tan bien como se esperaba. En un precedente calcado de la crisis de las hipotecas subprime, se empezó a desconfiar de las garantías que se habían aportado para adquirir tulipanes. Llegó un momento en que el precio se consideró excesivo y las órdenes de venta se sucedieron. La razón principal es que la ostentación que había dado pie a la burbuja y había generado jugosas ganancias, comenzó a derrumbarse como un castillo de naipes. Los acuerdos no se respetaron y un incumplimiento siguió a otro.

En la caída, recordando por ejemplo al pinchazo de las puntocom, quedaron atrapados miles de pequeños ahorradores.

Aquella crisis golpeó de lleno la economía holandesa. Pero la potente máquina comercial de los años del «boom» no se perdió en el olvido. Los Países Bajos se convirtieron en el mayor exportador mundial de flores. La floricultura fue el legado positivo de la que ha sido catalogada como la primera burbuja especulativa de la Historia, cuyos patrones se repitieron hasta los albores de las crisis financieras de nuestro siglo.




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